Mañana sábado dos amigos se van a volver a encontrar. No para hablar de ensayos ni de conciertos, no para hablar de composiciones ni educandos. Se van a encontrar por un factor común: NUESTRA SEMANA SANTA.

Bien es cierto que cada uno la entiende de una manera diferente. Uno desde el llamador de capataz y el otro desde los acordes de una partitura, pero estoy totalmente convencido que ambos lo hacen desde el mismo sentimiento, el sentimiento que tenemos aquellos que desde pequeños en casa, nuestros padres, nos metieron ese bendito veneno en las venas, del que no existe antídoto y del que NO nos queremos librar.

Uno presentará al otro, hablará de él, nos hará llegar al corazón al pregonero que no conocemos, al compositor que, lejos de los pentagramas, palpita por la Semana Santa y que une en una palabra su amor por lo que va a suceder durante los próximos días. Esa palabra es PASIÓN. Pasión por la música, pasión por los pasos de ese reo que ve acercar su fin poco a poco y que en su cabeza suena de manera diferente al sonido del madero arrastrarse. Suena en forma de melodías, de notas que se entrelazan con la sangre derramada por Jesús, tinta que hace florecer en esas líneas y espacios una obra sublime.

Si hermanos si, Rafa empezará a pellizcarnos el corazón, nos va a asomar a ese abismo del que irremediablemente no vamos a poder librarnos, ese abismo es la EMOCIÓN.

PASIÓN y EMOCIÓN, qué buenos condimentos para preparar el cuerpo para lo que viene después.

El otro, Cristóbal, con su armonía habitual, apelará a los sentimientos, sentimientos que la música, en forma de palabra, despertará enseguida y que nos hará identificar muy despacio cada estación de ese Via Crucis, el cual no se entiende sin esa banda sonora que a todos nos encoge el corazón.

Con cada sonido de corneta, con cada cadencia de clarinete, Gándara nos partirá el corazón, nos despertará del sueño de Gethsemani y nos hará ver esas 30 miserables monedas que anuncian a modo de fanfarria el principio del fin.

Pero Cristóbal no se va a conformar con esa fanfarria negra porque sabe que ese no es el final adecuado para esa maravillosa composición que es la Pasión de Cristo. Poco a poco, a paso de costalero nos irá abriendo el cielo, compás a compás irá pintando de ESPERANZA los nublos negros de la cruz hasta ver movida la piedra del sepulcro, hasta liberarnos de esa angustia y de esa soledad, hasta darnos cuenta de que la música y la luz están en nuestro interior.

Dos amigos han quedado mañana, yo también voy a ir porque este momento no me lo voy a perder.

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