Muchas son las quejas tanto en redes como en la calle, acerca de los numerosos robos que distintos establecimientos de la ciudad han sufrido en los últimos meses. Joyerías, restaurantes, tiendas de telefonía… (los cacos no distinguen), han sido el objetivo de los amigos de lo ajeno.

¿Se trata de grupos organizados? ¿Son siempre los mismos? ¿Cuál es el por qué de estas acciones? Son preguntas que todos nos hacemos y que hacen que no durmamos tranquilos esperando una rápida respuesta de los cuerpos y fuerzas de seguridad.

Sí es cierto que los robos no son de una cuantía importante pero los destrozos que sufren estos establecimientos y las medidas de protección que sus propietarios deben tomar, si suman una cantidad elevada, que ciertamente influyen en su economía.

Por otro lado, y de forma paralela, la calle también se hace eco del aumento del consumo de heroína entre los más jóvenes, «moda» que vuelto después de aquellos nefastos años 80 y 90, y que provoca la necesidad de disponer de cierta cantidad de dinero diaria para un «chute».

¿Tendrán relación estos dos hechos?

En esta redacción sabemos de buena tinta los esfuerzos que tanto el consistorio local como las policías tanto local como nacional (con los efectivos con los que cuentan) están haciendo para esclarecer estos robos y dar con los causantes, ya que la seguridad ciudadana es una prioridad.

¿Tendrá la culpa la «modernidad» en la que nos hemos instalado? Lo que sí es cierto es que una ciudad Patrimonio de la Humanidad no se puede permitir este «chorrillo» de hurtos, no es el espejo en el que todos queremos mirarnos ni el escaparate publicitario que nuestros visitantes deben ver.

Veremos.

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